El feminismo ha propiciado una de las revoluciones más profundas de las sociedades
humanas, desafiando la tradición, la ley y la cultura que someten un sexo al otro.
Aunque históricamente las anarquistas no se reconocieron a sí mismas como feministas, la esencia misma del movimiento de emancipación de las mujeres tiende, en su evolución, hacia posturas anarquistas, por su desafío radical a la dominación. La evolución del feminismo en sucesivas olas ha superado las iniciales peticiones de igualdad legal de aquellas sufragistas burguesas criticadas con lucidez por Emma Goldman. No queremos, dijeron las feministas de los 70, votar y ser como hombres, queremos la revolución de la vida cotidiana, porque lo personal es político. Pese a los esfuerzos estatales y mundiales por captar al movimiento de mujeres y quitarle el aguijón, el feminismo renace una y otra vez (lo mismo que el anarquismo) porque sus peticiones salen del corazón de las mujeres, generación tras generación, con el anhelo natural por la libertad. Lo mismo que el anarquismo, demonizado por la burguesía, el capital y el Estado, que intentan en vano borrar su historia y sus huellas, pero que es redescubierto una y otra vez por cada nueva generación.
El Colectivo Moiras está formado por anarquistas ibéricas, herederas de aquellas
Mujeres Libres, a las que reivindicamos como antecesoras, como nuestras ancestras.
Nuestros principios, que son los que definen la línea de nuestra publicación,
La Madeja, son claros y sencillos.
Somos anarquistas. Creemos, como Bakunin, que el ejercicio del poder corrompe y la
sumisión al poder degrada. Estamos en contra de las jerarquías, defendemos la libre
federación, el apoyo mutuo y los pactos entre iguales. Rechazamos la explotación de
cualquier ser humano, y nos oponemos al Estado, a las fronteras y a cualquier forma de gobierno que se imponga usando el monopolio de la violencia.
Somos feministas, porque entendemos que el dominio que, históricamente y desde
tiempos muy remotos, han ejercido los hombres sobre las mujeres, corrompe a toda la
sociedad. Como feministas, nos consideramos transinclusivas, porque comprendemos
la diversidad y complejidad de la sexuación humana. Abolicionistas, porque el sistema
prostitucional, apuntalado ahora hasta el extremo por el capitalismo, es la mayor
expresión de la dominación masculina, que convierte en sirvientes sexuales a todas las
personas prostituidas, en su gran mayoría mujeres y niñas.
Antipatriarcales, porque comprendemos que la mente patriarcal tiene por esencia la
búsqueda del dominio y el poder y la mentalidad explotadora no solo de la humanidad,
sino también de la naturaleza. Luchamos contra todas las jerarquías, las estructuras de
raíz material que posibilitan la reproducción de la mentalidad de dominio/explotación,
aun en aquellas sociedades sin estado. Asumimos como principio la lucha antipatriarcal
en su conjunto, no solo la de las mujeres o lucha feminista.
Defendemos la sexualidad plena y libre, que permita el desarrollo de las potencialidades con las que nace la persona como ser sexuado. Condenamos la mercantilización y la industrialización de la sexualidad humana. Creemos que las relaciones sexuales tienen que darse entre personas, de forma que nadie sea tratado como, o reducido a, objeto. Nos oponemos firmemente a las prácticas de explotación sexual, cosificación y mercantilización de los cuerpos, que tienen lugar en casi un cien por cien, sobre el cuerpo de la mujer, y en concreto, defendemos la abolición del sistema prostitucional en todas sus vertientes. Asimismo, condenamos toda forma de explotación reproductiva y la mercantilización de la descendencia biológica, como es el negocio del alquiler de vientres o venta de gametos. A este respecto, defendemos la paternidad responsable y el derecho del niño a ser querido y cuidado por sus padres biológicos. Defendemos, pues,la libre elección de la maternidad, el respeto a los procesos naturales de embarazo y parto, de tiempo y apoyo social para maternar.
Y el amor libre, como unión libre entre iguales. El amor siempre es libre. Sin embargo,
colocar estas dos palabras juntas significa mucho. Implica que no hay forma de forzarlo, y que por lo tanto, para que no haya engaños, manipulaciones, desilusiones…hay que construirlo desde el respeto y la sinceridad, sabiendo que ha de mediar siempre el consentimiento consciente y responsable de las partes. Consciente y responsable, porque para ser libre ha de excluir la violencia, sobre uno y sobre los demás. A partir de esta condición, el amor no ha de ser legitimado por nadie, ni requiere el permiso de terceras personas o instituciones sociales (familia, iglesia, estado…). Tampoco puede implicar dependencia, siendo el ideal de amor libre lo contrario a la idea de amor como anulación de la individualidad.
Bajo estos principios se crea este grupo de afinidad, que toma sus decisiones por
consenso, con el objetivo de difundir los principios del anarcofeminismo en un
momento en que el ataque del patriarcado y el capitalismo a la vida, y en especial a las
mujeres, ha conseguido corroer principios antaño claros, incluso dentro del propio
movimiento libertario.
Como órgano de expresión nace La Madeja, una nueva publicación que profundizará
en los análisis anarcofeministas que ayuden a entender y cambiar el mundo.