Ante las hipocresías de siempre

Hoy es el día marcado internacionalmente como día de lucha contra la trata de seres humanos con fines de explotación sexual. Desde el grupo anarcofeminista Moiras queremos insistir en el hecho de que la explotación sexual es inherente a la prostitución misma. La prostitución en tanto que deshumaniza la relación sexual y explota el cuerpo del prostituido como objeto de placer egoísta de quien lo compra, ya es la explotación sexual.

Por otro lado, recordar que los límites entre lo forzado y lo voluntario son indiscernibles dentro de la prostitución, ya que no son deseos de realización personal y profesional lo que hay tras ella, sino presiones de todo tipo, violencias y pobreza, que se ceba en las personas más vulnerables y discriminadas del mercado laboral, en su mayoría mujeres. Por ello y debido a que los prostituidores demandan un mercado ilimitado de niñas y mujeres, y la realización de prácticas cada vez más brutales, la trata es fenómeno inseparable de la prostitución.

Nos negamos a aceptar las hipocresías que en este día son recurrentes por parte de
instituciones, medios de comunicación y agentes sociales. No se puede luchar contra la trata sin luchar contra la prostitución, blanqueando la violencia prostitucional como “trabajo sexual” e invitando a representaciones tapaderas de las redes del proxenetismo, como si fueran la voz de todas las prostituidas, mientras se invisibiliza la lucha de las supervivientes y la existencia del abolicionismo en general. En el ámbito libertario, volvemos a decir que se está produciendo un ataque revisionista de la memoria histórica, que viene a negar el carácter abolicionista del anarquismo hasta este siglo, inventando “corrientes” procomercio sexual que no existieron, para legitimar un cambio de valores en el presente de acuerdo al ideario neoliberal que se nos quiere imponer.

Nos parece que la educación abolicionista es esencial para combatir esta lacra social, pues es la demanda de los prostituidores la que la sostiene, y que la sociedad tiene derecho a pedir responsabilidad a los poderes de reproducción cultural como son los medios de comunicación. Nos parece escandaloso el tratamiento dado al caso de Malasaña, un chaval abusado por sus prostituidores, marcado a punta de navaja con un insulto homófobo, y sometido a linchamiento mediático y en redes sociales por el hecho de haber denunciado que tal acto fue cometido por un grupo de enchapuchados. Como si dejara de ser una agresión homófoba porque la han hecho prostituidores, o si por ser más o menos aceptado o voluntario por parte de la víctima, el abuso sexual y la agresión por razón de orientación sexual, dejaran de serlo. ¿Vamos a considerar ahora
que todo lo consentido por una víctima disculpa a sus maltratadores?, ¿por qué este doble rasero a la hora de considerar a las víctimas de la prostitución? Nos parece incomprensible que las mujeres que están muriendo víctimas de la relación prostitucional, no se reconozcan como víctimas de la violencia de género.

Aprovechamos para decir asimismo que no nos importa el repudio y el boicot que se nos pueda hacer, porque vamos a seguir denunciando esta doble moral cueste lo que cueste. Quienes reaccionan, tan solo se delatan a sí mismos como cómplices de esta tradición cultural nociva y patriarcal, y que somos conscientes, descansa en la moral de privilegio sexual masculino que está en la base de todas las jerarquías habidas y por haber.

A los compañeros que nos quedan. A toda la sensibilidad libertaria.
¡Abolición o barbarie!
Moiras

El anarquismo ante la prostitución

¿Puede la prostitución ser un trabajo y cabe la defensa de su regulación en el pensamiento anarquista? La prostitución es una institución tan antigua como el patriarcado, y una de sus piedras fundamentales. Forma parte de la opresión sexual de las mujeres, que históricamente y aún en la actualidad no han sido dueñas de su cuerpo ni de su deseo, sometidas a la propiedad de un hombre solo (matrimonio) o al uso colectivo (prostitución). En este sentido, la prostitución nunca puede ser libre, ya que es, precisamente, la compra de una libertad, la libertad sexual, a cambio de dinero. No cabe dentro de una ideología que defiende el amor libre, es decir, que propugna que las relaciones sexuales y afectivas entre los seres humanos deben ser igualitarias y voluntarias, nunca mediadas por la necesidad o la compra del consentimiento sexual.

Para la ética anarquista las mujeres que se prostituyen como estrategia de supervivencia son compañeras que recurren a los medios a su alcance para salir adelante en una sociedad corrupta. No hacen nada que degrade o repugne a la moral anarquista, que entiende que en las condiciones de doble o triple opresión que sufren (como proletarias, como mujeres, y muchas de ellas como migrantes y personas de territorios colonizados) son explotadas hasta en lo más íntimo de su ser, de forma que no sólo se les expropia su fuerza de trabajo, como a los demás asalariados, también el mercado se apropia de su intimidad, su corporeidad más vulnerable, violentando el mínimo espacio vital al que todos los seres humanos tienen derecho (no tocar o no ser tocada por personas a las que no se desea, no oler el aliento de quien no te gusta, no someterte a los manoseos o las babas de alguien porque paga).

Es el varón prostituyente, el putero, el que no tiene cabida en una ética anarquista. Es el patrón del cuerpo de otra persona, el dominador que con dinero compra un sí que no le darían de otro modo, y con billetes establece el guión de las relaciones sexuales, en las que se hace lo que el cliente manda: si quiere ser flagelado, se le flagela; si quiere orinar sobre alguien, orina. Si quiere escupir, someter a trato degradante, violar en grupo, lo hace: basta echar un vistazo a los foros de puteros para asomarse a la cara más siniestra del patriarcado, donde el sexo se convierte en un ejercicio puro de poder sobre otra persona, que queda así reducida, en lo más íntimo, a un objeto.

Aunque la prostitución es muy antigua, la idea de que es un trabajo como otro cualquiera es una vuelta de tuerca dada por el capitalismo, cuando a finales del siglo pasado dejó de ser un negocio local y marginal que se nutría principalmente de toxicómanas para convertirse en una próspera industria mundial. Esta idea pudo triunfar, también en entornos de izquierdas y libertarios, sedimentando sobre los milenios de patriarcado, pero también sobre la incompleta revolución sexual de los 60, y las dos décadas de neoliberalismo que inauguraron Reagan y Tatcher.

No es necesario, creo, profundizar en cómo el patriarcado ha creado el sistema prostitucional y la ideología que lo hace socialmente tolerable. Baste decir que para este orden cultural y social, las mujeres carecen de autonomía sexual, son siempre servidoras de la sexualidad del hombre: las mujeres casadas estaban hasta no hace mucho por ley obligadas a mantener relaciones sexuales con sus maridos, hasta el punto de que la violación dentro del matrimonio no se reconoció como delito hasta el año 1992. La cultura popular se burla de la falta de deseo y de la obligación de dejarse violar por contrato aludiendo a la ‘excusa’ femenina del ‘dolor de cabeza’, reconociendo así que la falta de deseo no era (y en muchas cabezas, sigue sin ser) suficiente para justificar una negativa en el seno del matrimonio. En cuanto a la prostitución, el patriarcado argumentaba que los hombres tenían que tener relaciones sexuales, por las buenas o por las malas, y que sin prostitución, las mujeres “decentes” estarían más expuestas a violaciones. Hipócritamente, el mismo patriarcado que defendía que los hombres eran racionales y las mujeres tan solo sensitivas (y en el peor de los casos, histéricas) con desparpajo defendía también que estos seres superiores carecían
de control sobre su pene. No tener que ser coherente es uno de los lujos de los que ejercen el poder.

La revolución sexual de los 60, que se hizo cuando las mujeres estaban casi completamente debajo de la bota y aún no se había alzado la segunda ola del feminismo, arrambló con la hipócrita moral religiosa del “pecado de la carne” pero se adaptó a las expectativas y los deseos de los varones: ante todo insistió en el derecho a disfrutar del sexo, pero no habló del derecho a decir que no. La violencia sexual fue minimizada (“si te violan, relájate y disfruta”) y la experiencia sexual de las mujeres fue interpretada, una vez más, por la mitad masculina de la sociedad: el sexo es algo banal, y la que no acepte que mantener relaciones sexuales es lo mismo que tomar un café tiene un problema, es una “estrecha” (en el lenguaje de hace unas décadas), una ‘puritana’ (en la actualidad), hasta el punto de que ahora, con el impulso que el porno está dando a las relaciones sadomasoquistas, hay un insulto nuevo para las que se niegan: vainilla.

A estas dos ciénagas culturales se suma el neoliberalismo, que niega las estructuras sociales y defiende que la sociedad es una suma de individuos que deciden en libertad sobre sí mismos. Esta idea de desvincular la libertad de la igualdad y de la justicia social ha calado tanto que para defender que la prostituciónes aceptable se alude en la actualidad a la libertad de las mujeres, llegando a la paradoja de defender la servidumbre sexual (mantener relaciones sexuales a cambio de dinero es servir a la sexualidad de otro) en nombre de la libertad de las explotadas.

Hay una cuarta idea que bulle debajo de la defensa de la prostitución que se hace en
ambientes libertarios, y es la de las sexualidades disidentes. Se enmarca la prostitución entre las sexualidades “no normativas”, como si no formara parte indisoluble de la moral sexual burguesa de toda la vida. Recordemos, por poner solo un ejemplo, que uno de los principales impulsores de la regulación de la prostitución en España en el siglo XX (donde estuvo regulada hasta la oleada abolicionista mundial de los años 50) fue Martínez Anido, el mismo que se dio a conocer como uno de los principales perseguidores de los anarquistas de antes de la guerra. No hay nada más normativo que el burdel, lo que realmente revoluciona el orden patriarcal y opresor es que las mujeres trabajadoras, las criadas, tengan la libertad y la fuerza colectiva para decirle que no al señorito. Una mujer que mantiene relaciones sexuales con muchas parejas, y vulnera así la norma de la pasividad sexual femenina, no es una ‘puta’, es una mujer que hace uso de su libertad sexual.

Llegamos así a finales de los años 90. El mundo se ha globalizado, hay movimientos
migratorios temporales (turismo) y grandes movimientos migratorios económicos. Las
sociedades prósperas continúan desangrando a los países del Sur con un colonialismo
extractivista. En este contexto, cierran las fronteras, pero dejan pasar a las criadas y a las putas. Hay territorios enteros destinados a satisfacer el deseo de exotismo sexual del degradado varón de los países ricos, como Tailandia. Estos paraísos/infiernos sexuales suelen surgir en lugares que han sido previamente militarizados, con la presencia de Ejércitos occidentales (fenómeno estudiado por autoras como Jeffreys). En ese contexto, en 1998 la Organización Internacional del Trabajo da un paso adelante y publica un informe (firmado por supuesto por una mujer, no vaya a colarse por alguna grieta que este tema no es problema de mujeres, que se debate entre mujeres y donde los hombres no tienen nada que ver) en el que defiende el tirón económico de la “industria sexual” con estas hermosas palabras:

“Según las estimaciones del informe, en los países objeto del estudio se dedica a la
prostitución entre el 0,25 y el 1,5 % de la población femenina total. Las actividades
relacionadas con la prostitución (entre las que se incluyen los numerosos bares, hoteles, salas de espectáculos y agencias turísticas que florecen gracias a ella) dan empleo a varios millones más de trabajadores. Amplios sectores de población en el sudeste asiático – en particular las familias rurales pobres, que a menudo envían a sus hijas a trabajar como prostitutas – fían su bienestar, cuando no estrictamente susupervivencia, al dinero que les remiten sus hijas dedicadas a la prostitución. Y, sin embargo, a pesar del volumen y de la importancia económica de la prostitución, el sector carece casi por completo de regulación y no se encuentra reconocido como sector económico en las estadísticas oficiales, en los planes de desarrollo ni en los presupuestos de los gobiernos de prácticamente la totalidad de los países
del mundo”. El estudio fue premiado en la Feria del Libro de Francfort, en Alemania,país que poco después reguló la prostitución como un trabajo cualquiera.

Un paso más se dio en 2014, cuando la UE comenzó a tener en cuenta los ingresos generados por la prostitución para estimar el Producto Interior Bruto. Y aunque no se ha regulado explícitamente dentro del mercado comunitario, por la vía de los hechos hay países que se han convertido en exportadores netos de mujeres para los burdeles occidentales, como es el caso de Rumanía. Todo un entramado que nada tiene que ver con el mito de que la prostitución es una decisión de una mujer libre, que autónomamente decide intercambiar servicios desprovistos de cualquier impacto corporal o emocional, de cualquier violencia intrínseca, con asépticos y neutrales varones, que también compran sexo despersonalizado como si fueran a que les quitaran un callo.

La siguiente andanada de la industria para naturalizarse y expropiar de nuevo la sexualidad de las mujeres de las clases populares y migrantes pasa por conseguir “sindicar” a las mujeres en prostitución, para lo que cuentan también con el apoyo mayoritario de las Universidades, que ofrecen charlas para convencer a las jóvenesde que es una salida laboral que no deben tomar a la ligera. Llegamos así a la defensa explícita que asociaciones que se llaman “sindicatos” como OTRAS hacende los proxenetas, cuando en una reciente reunión con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, piden que se retire del proyecto de ley de Libertad Sexual la penalización de la llamada ‘tercería locativa’ (los proxenetas de toda la vida) con el argumento de que las “criminaliza”. Curiosa defensa del proxenetismo de quien dice no representar al “patrón” de la industria del sexo.

Otra de las falacias del debate sobre la prostitución es que es algo que solo concierne a las putas, y que las abolicionistas usurpamos su voz, hablamos por ellas.

El sistema prostitucional, sin embargo, corrompe a toda la sociedad, mercantilizando el
cuerpo humano, sobre todo el de las mujeres y las niñas, y abriendo la puerta a otros
mercados, como el de los vientres de alquiler.

Educa a los varones en una sexualidad depredadora y jerárquica, mantiene el desequilibrio de poder (real y simbólico) entre hombres y mujeres, haciendo imposible una sociedad igualitaria, y vuelve a enajenar la sexualidad de las mujeres proletarias, que quedan una vez más a merced del jefe y del patrón, como ha ocurrido siempre. La que quiera ser libre, que se lo pague, porque en el cruel mercado laboral del siglo XXI, muchas no tendrán elección, como ya ocurre en grandes territorios del mundo.

Ver anarquistas defendiendo la prostitución me produce el mismo efecto que encontrarme a un club de veganos luchando por consolidar el mercado de las chuletas.

Laquesis

Los talibanes y la guerra contra las mujeres

La retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán ha vuelto a traer a la primera plana de la actualidad la situación de las mujeres en regímenes totalitarios patriarcales. Occidente, creador y exportador de monstruos, que tiene una rara habilidad para que sean otros los que sufran las consecuencias de su política depredadora, se compadece ahora de la suerte de las mujeres afganas. Los racistas culpan del problema a esa religión del demonio, el Islam, olvidando el carácter fanático que pueden adquirir todas las religiones patriarcales cuando conviene a las élites dominantes. También cierran los ojos al hecho de que el fundamentalismo islámico es un fenómeno relativamente reciente, alimentado en su momento por los bloques enfrentados en la Guerra fría, y que los mismos desmanes que en Afganistán nos horrorizan los toleramos amablemente en regímenes ‘amigos’, como Arabia Saudí.

Las justificaciones que hace veinte años sirvieron desde Occidente para la guerra con el país, la de acabar con el terrorismo islamista e instaurar una democracia acabando con el régimen talibán, hoy se han olvidado. Una vez conseguido el control sobre los recursos naturales, los talibanes ya no molestan a Occidente. Veinte años de ocupación militar, tantas vidas perdidas y tanto dinero que los estados han estado tomando de los ciudadanos para mantener el negocio armamentístico y el energético y de materias primas, solo han servido para eso, para salvaguardar los intereses geoestratéticos en la zona, y para traer de nuevo al poder la monstruosidad del régimen talibán. Porque las dictaduras son las aliadas naturales de las potencias imperialistas, que para nada quieren la autodeterminación de los pueblos. Porque saben que autodeterminación es autogestión. Los trabajadores de los países consumidores de los recursos y materias primas de las zonas que hoy están en conflicto, son los que deben tomar la iniciativa de crear alternativa a este sistema global de redes de extrema dependencia económica. Ellos también intervienen en la fabricación de armamento que luego se destina a esas guerras. Al margen del apoyo internacionalista para la resistencia libertaria en esos países, hay que ser conscientes de que el ataque viene del centro del sistema, de que monstruos como los talibanes, se crean desde aquí, con el fin de alimentar un modo de vida inhumano e insostenible, que se está volviendo contra nosotros mismos.

Ahora más que nunca, el movimiento obrero se enfrenta al reto de integrar las luchas y responder con máxima eficacia al desafío lanzado por el capitalismo global. Mientras se apela al patriotismo y al nacionalismo para justificar dictaduras o guerras neocoloniales por el petróleo, el incremento de los desastres naturales asociados al calentamiento global por la quema de combustibles fósiles, nos está poniendo ante un escenario de extinción. La propia epidemia de COVID de seguro no es ajena a la destrucción de los ecosistemas, y nadie, ni los más ricos, se libra del ataque del cáncer, enfermedad vinculada estrechamente a la contaminación ambiental y que por su gravedad, supone ya la segunda causa de muerte en el mundo.

Si bien a diario la información nos llega fragmentada, no es difícil ordenar el puzzle. Capitalismo, fascismo, ecocidio, feminicidio…son fenómenos estrechamente conectados, facetas del mismo sistema de explotación-dominación global. Conforme el capitalismo avanza va necesitando menos del disfraz democrático, las jerarquías resurgen en toda su crudeza e incluso en peor forma. La situación de las mujeres en Afganistán, ilumina el lugar central que el patriarcado tiene en los regímenes de opresión, en un momento en el que el agotamiento de los recursos naturales viene a exacerbar el ecocidio, el neoimperialismo, el racismo, el patriarcado…, todo lo que es sinónimo de máxima opresión y llamamos fascismo. Estos fenómenos que traen de la mano el feminicidio, están ocurriendo en Afganistán con los talibanes, pero también en territorios donde la depredación capitalista se muestra de forma más descarnada, como Congo o Ciudad Juárez, en México. 1

Impactan también aquí, en Occidente, en el centro del sistema, donde asistimos a la descomposición de las democracias parlamentarias y al avance de los fascistas populistas, y a una ola de antifeminismo y violencia contra las mujeres inimaginable para el feminismo que se institucionalizó y pensó que ya estaba todo conseguido.

En Afganistán las mujeres son la moneda de cambio con la que se paga al mercenario. Los jóvenes afganos que crecen en un país ocupado, sin futuro y con su dignidad cultural pisoteada, son enrolados en las fuerzas de la ultraderecha con la promesa de que no necesitan luchar contra el tirano: todos y cada uno de ellos podrán ser, a su vez, tiranos.

El capitalismo, en este momento extremo de su historia, recurre al cuerpo y a la vida de las mujeres para que sean ellas las que paguen el precio del odio y la frustración de una generación de jóvenes sin futuro. Es en el grotesco rostro de los talibanes donde vemos con toda claridad la capacidad de corrupción que tiene la ideología capitalista, patriarcal y fascista. La revolución será feminista y libertaria o no será.

Grupo Moiras

1 – Ver Segato, Rita. ‘La guerra contra las mujeres’. Ed. Traficantes de Sueños, Madrid, 2016.

Ya está hilado el quinto número de «La Madeja»

El quinto número de la Madeja, agosto de 2021, «Sobre el Trabajo», ya está disponible online. Se compone de tres textos escritos por cada miembro del grupo Moiras: un texto de carácter introductorio a las líneas generales del número; un segundo que analiza el hecho laboral en la mujer desde la crítica radical al modelo funcional, y por último un artículo acerca de la conexión entre incorporación de la mujer al salariado, industria textil y movimiento obrero. El objetivo, como en los anteriores números, es el de definir un enfoque netamente anarcofeminista en el tema de que se trate.

La Madeja n5 Agosto 2021

Por qué el anarcosindicalismo no puede sindicar la prostitución

jueves, 22 de julio de 2021

A continuación del anterior número de la Madeja dedicado a Abolicionismo libertario, publicamos hoy un trabajo más extenso, centrado en explicar por qué el anarcosindicalismo no puede sindicar la prostitución sin renunciar a su propia esencia. De acuerdo con los principios expresados en el primer número de nuestra revista, el grupo Moiras nos identificamos y participamos en el anarquismo social y obrero. Nos preocupa su porvenir, que va más allá de unas prácticas, por depender del sentido que les damos a éstas, y de unos ideales de sociedad alternativa. Por eso con la prevención de las infiltraciones capitalistas en el movimiento obrero libertario, nuestro compromiso es pleno. Dirigimos este texto formativo abolicionista, a todo el público en general pero sobre todo a la militancia del movimiento libertario para que se sirva de él como herramienta de trabajo, de reflexión y de acción, las dos formas de trabajo cuya integración ha caracterizado el militar de este movimiento.

Salud y por la abolición, siempre!

Grupo Moiras

Por qué el anarcosindicalismo no puede sindicar la prostitución

Las reglas del juego

Cuando nos situamos ante una cuestión abismal, el suelo amenaza con derrumbarse bajo nuestros pies, llevándonos con él. Porque ¡no iremos a quedar suspendidos en el aire! ¿O sí? Tal vez, si tuviéramos alas… Sería un buen descubrimiento, que podría compensarnos el desengaño, pero que de no revelarse a tiempo podría llegar a ser fatal.

El amor es una cuestión abismal, que es necesario apreciar como revolucionaria, para evitar que acabe en devastación. Para quien así lo entienda, es una fuerza capaz de hacerse consciente. Pregunta, y arroja luz. Parte de esta evidencia: “el amor no puede ser libre como aspiración porque ya lo es. Dondequiera que esa libertad no existe habrá atracción sexual o miras de interés y conveniencia, pero amor en el verdadero sentido del término que comprende una atracción de doble matiz material y espiritual, no”. La muchacha que lo escribió nunca llegó a vivirlo, ni pudo completar su evolución al anarquismo. Cuatro tiros, tres en la cabeza y uno en el corazón, se lo impidieron, teniendo solo 18 años.4 Había llegado a la pregunta sin retorno, y hubo quien temió la respuesta por encima de todo.

Es preciso repetirla aquí y ahora, y que nos la planteemos a nosotros mismos: ¿hasta qué punto podemos decir que hemos elegido nuestras relaciones?, ¿hemos sido libres de decidir con quién queríamos estar?, ¿escogemos o solamente nos escogen, o no elige nadie? Porque haberlo decidido es condición necesaria del amor.

Atendiendo a las condiciones de la vida social tal como se presentan cuando una persona que se está abriendo a la vida, un adolescente, se encuentra con ellas, las expectativas no son muy buenas si de lo que se trata es de establecer relaciones con sentido. Las formas de ocio capitalistas están diseñadas para obtener máximo rendimiento dinerario, forzando a las personas a consumir el máximo tiempo posible y en la manera más intensiva, con lo cual se
promueven todo tipo de adicciones. Los lugares de ocio capitalista básicamente son locales de consumición, o espacios improvisados para poder consumir todavía más y sin límites legales, como son los botellones. Cada vez la música y la danza tienen menos peso frente al mero consumo de sustancias. No tenemos estilo propio de la tierra, ni la música es en vivo sino pregrabada. Tampoco es necesario saber bailar, ni existen ya los bailes grupales. La cultura popular brilla por su ausencia, también en espacios de ocio contracultural y que han resultado
no ser tan contraculturales.

¡Ah! Pero los prejuicios y las creencias atrasadas, estos no solamente se conservan, sino que vuelven a la carga con más fuerza, reproduciendo esquemas atávicos de relación de poder. La gente necesita modelos de comportamiento y allí están los productos y las ficciones del mercado, cada vez más embrutecidos y más vacíos. Una primera evidencia para la inteligencia adolescente que se encuentra con este panorama es que suponer elección libre y responsable
en un entorno vaciado de sentido, es simplemente demencial. Tengamos en cuenta que el paradigma dominante tiene por base nociones como “tiempo libre”, frente a un tiempo no libre, “ocio”, como opuesto al “negocio”, categorías que, de poder ser utilizadas por los libertarios, van a recibir un significado muy distinto. Claro que el descanso es parte necesaria de la vida, pero incluso cuando soñamos no dejamos de pensar, y una ruptura total con la
actividad, volcarse a formas de ocio totalmente pasivas, vicarias, despersonalizadas, que no respetan la necesidad de expresión creativa y la espontánea alternancia entre lo verbal y lo no verbal, lo consciente y lo no consciente, es claramente antinatural. Como antinaturales son las reglas del juego que impone para las relaciones sexoafectivas este modelo, consumista y postmoderno, pero a la vez continuador de esquemas poco evolucionados, impropios de una
sociedad compleja. Y en esto afecta gravemente a la mujer, que de nuevo se va a convertir en el objeto de consumo, por la perpetuación de la mentalidad de abuso patriarcal.

Efectivamente, el ocio capitalista, al vaciar de contenido la actividad, la despersonaliza, niega la diferenciación personal que debiera tener más amplio campo de desarrollo en las sociedades complejas. Entonces, lo mismo da una persona que otra, porque incluso los propios individuos tienden a estandarizarse, porque la diferencia no se valora sino que se margina, ya que para ganar una competición hay que ser más de lo mismo. Sobre todo, la propia forma de ocio, tan superficial y basada en lo primario, no permite conocer al otro, establecer una relación de confianza con él. Una consecuencia es que todo tiende a jugarse a una carta, o lo tomas o lo pierdes. Y son hombres los que siguen llevando la iniciativa y beneficiándose del patrón consumista de relaciones, y sigue siendo mujer la consumida, y ella la persona a la que se le plantea la disyuntiva del todo o nada.

Yendo por partes. El que lleva la iniciativa es el que la lleva por tradición y el que sale beneficiado del modelo, que es patriarcal. La consecuencia reproductiva de una sexualidad irresponsable sigue recayendo en la mujer, igual que el rechazo social que le va a aplicar la doble moral golfa/decente, haciendo presión sobre la mujer para reducir todavía más sus oportunidades de elección. Si un hombre sale con muchas, no pasa nada, pero si una mujer
sale con más de uno, mal visto socialmente. Ya desde el momento en que se para a hablar con un hombre se le puede estar atribuyendo una relación, con lo cual, por lo visto, se supone que ella tiene que acertar a la primera o…que tiene que aguantarse con el que le toque en suerte. Eso es un reforzamiento de la lógica del todo o nada que beneficia al varón. Si además el sentido de la seguridad personal, debido a la violencia machista, en la mujer mengua conforme más lejos se va y cuánto más entrada la noche, la libertad de movimientos y de elección queda
restringida frente a la del hombre. No es casualidad que sean ellos los que ejercen la violencia, apoyados en un sistema de creencias y de instituciones que perpetúan el abuso con raíz en la diferencia reproductiva de la mujer cisexual, a partir de la cual se aplican esteterotipos y violencias que van a ser comunes a todas nosotras, con independencia de si somos mujeres cis, trans, lesbianas, bisexuales, si somos fértiles o no lo somos…Igual que hemos de tener presente que las violencias específicas que vive cada colectivo de mujeres, y que vive cada
mujer en singular, entran a formar parte de la misma construcción de género mujer, que a todas nos afecta y nos ha de mover a la acción.

Por tanto, iniciativa masculina, condiciones puestas por el hombre, que se beneficia de creencias irracionales que le protegen del “no” de la mujer, y que se van a manifestar como chantajes: “yo ya he salido contigo una vez, y ahora ya no sabes cuándo me vas a volver a ver”, “te vas a quedar sola”, fantasmas varios, de que se pase el periodo fértil de la vida que en la mujer es más reducido, de que se pase la juventud física a la que tanto valor se le da en la mujer…O se van a manifestar a través del complejo de culpa implícito en el concepto de amor-fusión , o amor romántico, como se le suele llamar en teoría: el amor es incondicional, el amor es entrega total y permanente, es renuncia, la mujer tiene que anularse por el hombre y por los hijos porque el amor es un sentimiento por encima de todo, y sin ellos no es mujer, es egoísta, cerrada al amor y al sexo etc…y de ahí al ¿quién te crees que eres para rechazar a ese chico?, ¿tanto te crees que vales? Es muy importante en la educación sexoafectiva enseñar muy bien a las mujeres a cuestionar el privilegio sexual del varón, su supuesto derecho a obtener sexo de la mujer cuando él quiera, aun sin que ella sienta deseo o sin que medie su consentimiento. Lo mismo que a no sentirse culpables por dar una negativa, enseñarles que se puede dar una negativa de manera asertiva, sin dañar a nadie, y que el darla no las convierte en egoístas ni tiene por qué implicar que se vayan a quedar solas, y si esto es así, siempre es mejor que vivir anuladas en relaciones que ellas no han elegido.

Las reglas no dejan de ser injustas para el hombre 5, que se ha deshumanizado con ellas, pero para la mujer son además portadoras de jerarquía de género, con todo lo que implica esto, de una mayor probabilidad de maltrato y una mayor vulnerabilidad a la violencia, dado que la psique femenina es educada para asumir esas creencias manipuladoras patriarcales que vienen a bloquear su autodefensa.

Queda patente además que incluso cuando se concede tiempo a que una relación madure, las relaciones que parten de un acercamiento de intencionalidad puramente sexoafectiva, y no de acercamiento entre seres humanos
independientemente del sexo, vienen a estar viciadas desde el principio. Aparecen una serie de condicionantes y de presiones más o menos sutiles, que hacen que cuando se vaya a decir que no, ya se está dentro de la relación, que ha venido antes que el conocimiento y la elección. Y el hombre también paga en fracasos las relaciones propias de la sociabilidad líquida, acelerada y superficial, porque al final la vida sentimental se reduce a tener relaciones, a ir probando suerte e intentando dar en la diana. Pero sin sentido, la búsqueda puede no tener fin.

El sentido se halla en la actividad en la que desplegamos nuestra especificidad funcional, aquella por la que nos diferenciamos como personas en la sociedad, y en medio de la interacción de grupo, entre iguales de todos los géneros, donde eres ante todo persona, y te pueden conocer como persona, antes que como mujer, hombre o cualquiera que sea tu género. La elección del otro es facilitada por la integración en grupo de afinidad, además porque este
posibilita que se llegue a él a través de otros que ya le conocen, siendo prolongación de una red social elegida y confiable (lo que no significa que nos obliguemos a descartar las posibilidades de la sociabilidad más casual).

En nuestro movimiento las Juventudes Libertarias han sido agentes muy activos en procurar un tipo de ocio que reuniera estas condiciones de sana sociabilidad. En estos entornos sociales surgidos de los grupos libertarios y de los ateneos, las mujeres empezaron por primera vez a tratar y ser tratadas como personas y como iguales, en relaciones de sana camaradería surgidas de la afinidad y guiadas por la espontaneidad.

Se ha hablado aquí de la libertad como componente del amor. Pues bien. Después de poder elegir, viene poder construir, ya que las relaciones humanas son una obra que se va creando día a día, y el amor es camino de conocimiento, principalmente por la convivencia. Y para esta deben darse a su vez condiciones que se concretan en reivindicaciones históricas de la lucha obrera y feminista: la reducción de jornada, subida salarial, medidas para
compatibilizar el trabajo con el cuidado de los familiares, protección de la maternidad, corresponsabilidad en las tareas domésticas, estabilidad en el empleo en la misma localidad, empleo cualificado que permita el desarrollo personal…Todos esos factores estructurales, que junto a la propia falta de igualdad en la pareja y en general de educación sexoafectiva, están haciendo que seis de cada diez matrimonios en España acaben en ruptura al cabo de pocos años, lo que también suele conllevar disolución de una estructura familiar con consecuencias para los hijos 6.

Una vez nombrada esta realidad, ya sabemos ponerle palabras, identificarla, y prevenir su silenciamiento. Los más jóvenes a menudo no disponen de los recursos para verbalizar lo que sufren dentro de la normalidad sistémica, pero eso no significa que no estén sufriendo, y mucho. Seguir disimulando, acogerse a las reglas del juego por comodidad, tragar con lo que esa normalidad nos quiere deparar, o resignarse a no tener vida social, en una dinámica del todo o nada, nos perjudica como personas y como comunidades. Esto debe ser gritado, denunciado, y confrontado mediante nuestra acción creativa militante. Merecemos otra oportunidad de encontrarnos a nosotros mismos en otro modelo de sociabilidad, uno que servirá como base relacional de un futuro antiautoritario.

Atropos

Notas

4 – Sexo y amor, Hildegart Rodríguez,1931, en: http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000164701&page=1
Prodigio de una época, todavía por redescubrir, como tantas mujeres que concibieron la revolución sexual
en España y quedaron sepultadas bajo la lápida de la dictadura y de la desmemoria posterior.

5 – Volvemos a decir, que al usar este genérico de hombre del patriarcado, no englobamos a todos y cada uno
de los hombres, que el ser hombre no convierte en opresor a nuestro compañero de lucha, lucha en la que no
queremos abrir divisiones, sino resolver desigualdades.

6 – Ojo. Se usa el dato sobre rupturas matrimoniales en España para hacer idea de lo que duran los vínculos
sentimentales en una sociedad que no facilita condiciones para ellos. No se está con esto defendiendo el
matrimonio ni haciendo del divorcio algo malo en sí mismo.

Caminemos hacia una “nueva mujer”, obremos hacia el “buen amor”

“Si el amor no sabe cómo dar y recibir sin restricciones, no es amor, sino una transacción que nunca deja de insistir en más o menos”
Emma Goldman

Emma, como otras compañeras del momento trataron de forma constante el amor libre, uno de los principales temas que abordaban las compañeras anárquicas a finales del S.XIX y principios S.XX.

Cierto es, que cada época y cultura, ve el amor y las relaciones humanas de un modo
particular, debido a las necesidades materiales-culturales de cada entorno. No podemos tampoco negar que el tema sigue estando presente, y muchas veces se relaciona amor libre bajo unas formas de pensar y proceder que pueden estar influenciadas por el capitalismo. Es tan actual hablar de amor, que parece que se hable desde hace unas pocas décadas bajo conceptos como “poliamor”, “relaciones abiertas”, etc. Pero, ¿hasta qué punto las “nuevas relaciones” caen en las actitudes y formas de pensar del liberalismo?, ¿hasta qué punto es una liberación y hasta qué punto puede colarse las actitudes y pensamientos adquiridos del mundo capitalista?

Esta frase que en su momento escribió nuestra compañera, me hace pensar, hasta qué grado nuestra sociedad capitalista, tan corrompida, introduce las mecánicas del mercado y del consumo, en nuestras relaciones. Sabemos, que el mercado, arraiga actitudes como la necesidad de inmediatez y la necesidad de renovación constante del producto que adquirimos.

¿Se aplica de alguna forma esa lógica a las relaciones que pretenden ser más libres? No se malinterprete, no quiero decir que las relaciones no monógamas nazcan por la sociedad del mercado ni que sean liberales, no va por ahí; es más, tenemos constantes ejemplos de compañeras que rompían con esa lógica de la obligatoria monogamia que se había inculcado a la mujer. Pero quizás, habría que replantearse, ciertas cuestiones: La cultura de la inmediatez ¿provoca que no se sea capaz de sembrar el amor a unos tiempos más largos?¿Ayuda a que si no conseguimos lo que deseamos, como deseamos, como unos parámetros de quien pide una hamburguesa lo descartemos inmediatamente?¿Nos hace esto preocuparnos más por nuestras necesidades que por la de ambos?¿El ritmo acelerado de vida, ayuda a unas relaciones menos profundas?¿Estamos atendiendo a las nuevas formas de relaciones en el capitalismo y sus influencias?¿Entendemos que no solo hay que romper con la forma de pensar que nos impuso la iglesia, sino que debemos ir más allá?¿Tenemos claro y observamos
minuciosamente que el capitalismo suele vendernos pensamientos y deseos como algo
liberador?

Me parece importante, que para abarcar este tema, retrocedamos y vayamos a la lógica de nuestras compañeras, cuando rompían de alguna forma con las relaciones que suponían una cárcel para el corazón, en que obligaban a unas personas a estar eternamente con la pareja que habían elegido en un momento dado (o que le habían elegido, sin tener opción).

Es importante, recordar, que se hablaba habitualmente de trabajar hacia una “nueva mujer”, al igual que se hablaba de trabajar hacia una “nueva humanidad”. Cuando esto se expresa, salen habitualmente las típicas preguntas de: ¿y es que existe una sola forma de ser mujer? Ese concepto, no habla de una forma de mujer unánime, no es la esencia de ello, como cuando se habla de una nueva humanidad, no se habla de que todo ser humano haga lo mismo, sea y piense exactamente igual. Aunque pueda ser una pregunta común, esto solo delata, que no se ha entendido la esencia del concepto.
Caminar hacia la “nueva mujer”, se trataba de romper con la mujer que se había definido tanto desde la iglesia y la religión como romper con la mujer que la sociedad capitalista quería implantar. Y trabajar, para una nueva forma de pensar y proceder más ligada al fin de los autoritarismos, del fin de sobreponerse a los demás, o de subordinarse, ya sea de forma física, mental o económica.

Para Amparo Poch, el amor libre, nacería del “buen amor”, entendiendo que las mujeres (y por supuesto, los hombres), debían obrar desde “la inteligencia, el corazón y la voluntad”, elevando al máximo nivel estas cualidades.

Capacitar a la mujer, era también capacitarla para amar desde el “buen amor”. Entiéndase que para las anarquistas y los anarquistas, el amor no es una debilidad ni el “opio de las mujeres”, ni una forma de dominación si se aplica correctamente (es decir, fuera de las influencias autoritarias patriarcales, capitalistas y económicas). Es una fortaleza revolucionaria, al ser relaciones de cooperación y apoyo mutuo y no de subordinación, capaces de romper con lo anteriormente establecido, anteponiendo el bienestar de las personas sin subordinar ni subordinarse.

Como decía de nuevo Emma Goldman: “Para que la mujer llegue a su verdadera
emancipación debe dejar de lado las ridículas nociones de que ser amada, estar comprometida y ser madre, es sinónimo de estar esclavizada o subordinada”.

Esta “nueva mujer” de la que hablábamos que necesita capacitarse para emplear la
inteligencia, el corazón y la voluntad (no tan solo en el amor), también debe cultivar “la
sensibilidad y la delicadeza”2. Todas estas cualidades que indica Amparo Poch, son cualidades fundamentales para una vida más armónica, sensible, que se tenga en cuenta tanto a si misma, como a los demás, en un perfecto equilibrio, el humano integral. Por tanto, las compañeras anarquistas, no aceptaban como una debilidad el amar, ni ser amadas, totalmente al contrario, sino como fuerza renovadora de la sociedad, en la que el ser humano debía aprender a querer bien y cuidar correctamente a las demás personas, en pro de una humanidad nueva, más empática, inteligente y amorosa.

Y con ello, también criticaba esa obligación de estar siempre con la misma persona, al igual que la monogamia obligada, que creía que se le había impuesto a la mujer, como muestran estos ejemplos: “por una dulce mirada espontánea, se le obliga a estar mirando siempre al mismo objeto; por un generoso y cándido abrazo se le fuerza a estrechar siempre la misma persona.” “Cuando hubo perdido su lozanía graciosa de lirio enhiesto, la mujer, estrictamente monógama por imposición junto al hombre esencialmente polígamo por naturaleza y sinceridad cuidadosamente mantenidas, se dio cuenta de un hecho: la Propiedad.”3

De igual forma que alentaba al movimiento, al fluir y derramarse como agua, inundando todo de amor, también recordaba que la pasión y el placer no se podían sobreponer a todas las cosas, y que nunca debemos perder la voluntad. Por lo que podemos deducir con todo lo indicado, que se buscaba un equilibrio del fluir y la voluntad e inteligencia, del conocimiento y la pasión, y por tanto que el amor no debería ser una condena (lo que actualmente algunos llaman dependencia emocional) ni tampoco caer en el hedonismo tan actual.

Todo esto, se podría considerar revolucionario, al igual que atacar el que las parejas cayesen en tener hijos para “salvar el amor” y con la excusa de “por los hijos” mantener unas relaciones de una forma, cuando se debería hacer justo lo contrario, para enseñar a las criaturas cómo debe amarse, qué límites hay, etc.

Nuestras compañeras revolucionarias, buscaban elevar a la mujer y a la humanidad, la única forma para conseguir la liberación era creando lazos de unión, aumentando la empatía, el respeto y la inteligencia. Intentaban así, cultivar en la mujer y el ser humano, una nueva forma de pensar y proceder, enfocándose en la persona para mantener unas relaciones humanas con “buen amor”.

¿No os recuerda esto a lo que se dice a veces de que para amar bien a los demás hay que amarse primero a uno mismo, o que para estar bien con alguien debes estarlo tu antes? ¿Habéis oído alguna vez lo típico de “se necesita educación sexual”? ¿No es esto que indicaban nuestras compañeras, precisamente eso, pero yendo más a la raíz, más adentro?

Podemos decir, contundentemente que nuestras compañeras, trabajaban en la propia persona teniendo muy en cuenta la historia, la sociedad y las ideas que rondaban en ella, para liberarse individualmente y colectivamente, desde una educación integral que no separaba lo sexual de lo emocional. Por ello daban tanta importancia a la pasión, al amor, al cariño, a las atracciones entre las personas, no permitiendo que se corrompiese, ni que nada se entrometiese en lo que debe ser libre, negándose a que el amor (y las relaciones sexuales, ya que no separaban las relaciones sexuales del afecto) se subordinase ni a leyes ni a la economía.

Cabría preguntarse, ¿es la separación del sexo del afecto algo que beneficia al capital? ¿En qué modo es partícipe el mercado y las actitudes individualistas aumentadas gracias a él, en que se vea el sexo como algo como ir al gimnasio, y no como una relación humana que implica emociones y un trabajo por nuestra parte?

Habrá que obrar para el buen amor y la nueva mujer, como también decía Federica Montseny (aunque con las características propias del momento): “Una mujer que en su equilibrio, en su salud, madre de la belleza moral y física, en su inteligencia, en su voluntad, en su vida, residan todos los equilibrios, toda la salud y belleza, todas las inteligencias, todas las voluntades, todas las vidas de la especie. Una mujer que viva su vida de mujer, de amante y de madre con plena seguridad y con plena conciencia; que sepa ser ella siempre, con sello inconfundible, con vigorosa vida individual y libre, pictórica de energías morales, de armonía física.”

Compañeras, hablemos de ello, trabajemos para crear una nueva mujer y obrar hacia el buen amor que ya empezaron a trabajar compañeras y compañeros desde diferentes ópticas, pero nunca cayendo en influencias liberales. ¡Rompamos las cadenas que oprimen nuestros corazones, mentes y cuerpos!

“Yo no tengo la casa, que tira de ti como una incomprensiva e implacable garra; ni el Derecho, que te limita y te niega. Pero tengo, Amado, un carro de flores y horizonte, donde el Sol se pone por rueda cuanto tú me miras. Cuando tú me besas…”

Amparo Poch

Cloto

2- ¡Cuidado! No es que la mujer solo deba desarrollar estas cualidades, también el hombre, no es el pensamiento rancio de “la mujer delicada y el hombre fuerte”, ni tampoco se separa esas cualidades de la fortaleza.

3- Se puede observar esta forma de pensar en su escrito “Elogio del amor libre”, n3 de la revista Mujeres Libres, 1937.

Del amor libre al capitalismo amoroso

Cuando los y las anarquistas comenzaron a pensar y poner en práctica el amor libre las normas que regían las relaciones (heterosexuales, pues las demás no eran socialmente admitidas), eran claras y estaban dictadas por la Iglesia católica y el Estado. Para las mujeres eran terribles, ya que en ese juego del amor, hoy considerado banal, les iba literalmente la vida entera: eran las depositarias del honor familiar, de forma que un desliz y un embarazo podían llevarlas a ser rechazadas por la comunidad de las ‘decentes’ para pasar a engrosar el caudal de las “mujeres de mala vida” que poblaban los burdeles y los “sifilicomios”, hospitales para enfermas de sífilis, una enfermedad que causaba pavor y de la que se culpaba (qué raro) tan solo a ellas. El matrimonio era en ocasiones la única opción para sobrevivir, ya que los trabajos disponibles para mujeres eran más precarios, más inaccesibles y estaban peor pagados. La opción de la soltería se consideraba un fracaso femenino, una vergüenza familiar, que se resumía en el despectivo adjetivo de la “solterona” (frente al ‘soltero de oro’) que se quedaba para “vestir santos”. Casi cualquier actividad intelectual o creativa estaba vedada o limitada o era ridiculizada si la hacían mujeres.

El problema de la anticoncepción, que ahora nos parece algo más o menos secundario, era central para las mujeres, que sufrían embarazo tras embarazo, o abortos en condiciones infrahumanas. El abandono de bebés era tan frecuente que hay historiadores que han llamado a ese largo siglo en el que entramos en la industrialización (desde finales del XVIII a principios del XX) el largo siglo de los expósitos.

Para los y las anarquistas, lo primero era romper la cadena de la Iglesia y del Estado. Había que vivir el amor de forma genuina, sin hipocresía, desligando el sexo de la culpa y del pecado, a través de las ‘uniones libres’, basadas en el pacto entre iguales. El amor libre no era, como se entendió después, un llamamiento al consumo indiscriminado de cuerpos o parejas sexuales: se entendía que se generaba entre compañeros que libremente querían unirse para desarrollar sus vidas en común, con libertad para romper el vínculo si éste se hacía indeseado, pero siempre partiendo de la responsabilidad mutua. En la práctica, suponemos, hubo de todo, ya que romper con una moral milenaria en la que siempre salían perdiendo las mismas no es fácil. Como tampoco es fácil el que los militantes y las organizaciones del movimiento libertario se vayan liberando de esa moral patriarcal tan fuertemente interiorizada en la psique colectiva.

Esto no solo afectó al feminismo, sino a la lucha por el reconocimiento de las identidades no CIS y no heterosexuales1. Desde luego que el concepto de amor libre implica respeto por ellas, y así se defendió por figuras importantes del anarquismo como Emma Goldman, o Lucía Sánchez Saornil. Pero la realidad es que estas personas fueron una minoría de adelantados a su tiempo. La concepción dominante entre los anarquistas las consideró como patologías o perversiones sexuales (exponente clave fue el doctor Félix Martí Ibáñez, director del SIAS, Departamento de Sanidad y Asistencia Social del gobierno catalán durante el periodo revolucionario de la Guerra Civil). Y esto fue así no solamente porque los teóricos del movimiento se acogían a un conocimiento científico que entonces era escaso, sino que este venía moldeado y ellos mismos venían condicionados, por una moral androcéntrica.

Más allá de los límites del contexto histórico científico, pesaban en esta visión los prejuicios de los propios anarquistas que la rechazaron como desviación, todos heterosexuales, que veían su opción sexual, mayoritaria, como normal y natural, y el resto como antinatural y patológica por el hecho de ser minoritaria y no cumplir con la norma patriarcal. Es el mismo prejuicio que había hacia la mujer que pedía igualdad con el hombre, se la consideraba antinatural, masculinizada (Gregorio Marañón era el médico que más se quejaba de que la mujer actual se estaba virilizando, al tiempo que también era un médico que defendía el origen patológico o desviado de las identidades no hetero). Esa jerarquía estaba interiorizada psicológicamente, lo que explica que las ideas feministas fueran recibidas con resistencias por parte de militantes y organizaciones del movimiento libertario (en España ese negarle a Mujeres Libres ser la cuarta rama del movimiento vino de ahí). En consecuencia, si bien según el humanismo anarquista y el concepto de amor libre, el límite a las relaciones sexuales es el respeto mutuo, el derecho humano, y la integridad sexoafectiva, el dictamen sobre comunismo libertario del Congreso de Zaragoza de la CNT, en punto a amor libre, era mucho más restrictivo en lo concerniente a la diversidad sexual. Ese “sin más limitación que la voluntad del hombre y de la mujer, y salvando a la colectividad de las aberraciones humanas”, deja muy claro que se partía de una heteronormatividad inaceptable, y de un concepto eugenésico a explicar y actualizar. Porque, ¿qué son las aberraciones humanas, y de qué manera las vamos a prevenir?, ¿la prevención incluye abortos, esterilizaciones o cambios genéticos sea por la fuerza o la persuasión? Dado que para la mayoría de anarquistas españoles de los años treinta la homosexualidad era una patología, que además implícitamente entendían que podía poner en peligro la reproducción de la especie, por lo que se esforzaron en fomentar la heterosexualidad desde sus publicaciones, la esterilización o el aborto -aunque no forzados- se hubieran podido llegar a considerar en aquel entonces como medidas de eugenesia.

La aceptación dentro de nuestra noción de amor libre, de lo que hoy se conoce como colectivos LGTBI, se fue asumiendo sobre todo a medida que estos colectivos avanzaban en esa lucha, y miembros de estos colectivos iban integrándose y fusionando reivindicaciones con el movimiento libertario, y está todavía en proceso de conseguirse totalmente.

Pero otras barreras al amor libre se han ido fortaleciendo en la actualidad. En los años 20 del siglo pasado ocurrieron dos fenómenos que trastocaron para siempre las relaciones entre hombres y mujeres: el surgimiento de la sociedad de consumo de masas y la popularización de la cultura audiovisual a través del cine, lo que llevó al nacimiento de la publicidad tal como la conocemos. El capitalismo desarrolló una enorme máquina de crear y vender sueños, que aún funciona a toda potencia y que nos moldea en lo más íntimo.

Fue tras varias décadas de esta cultura audiovisual y consumista cuando surgió la Revolución sexual, de la mano también de la segunda ola del feminismo. El viejo sueño de los anarquistas parecía que por fin había llegado. Hombres y mujeres podían relacionarse en libertad, explorarse mutuamente, vincularse sin contratos. La píldora anticonceptiva permitía por fin el sexo heterosexual sin miedo. Muchos creyeron que con la libertad sexual y la igualdad entre hombres y mujeres la prostitución dejaría de existir, y que se abría una nueva era de amor sin sombras ni deberes. El hedonismo de ‘la era de Acuario’ y el movimiento hippie dejaron una resacón terrible que aún nos dura: una epidemia de heroína y SIDA que marcó toda la década siguiente y dejó herida y desmovilizada a una generación entera. Las reglas de la libertad, como bien saben los obreros y obreras, cuando no hay igualdad se vuelven contra el que tiene la posición más vulnerable, de forma que esa libertad sexual fue pronto aprovechada para crear una cultura porno que ha ido cayendo como la lluvia sobre todos nosotros y nosotras, en forma de porno soft que invade nuestro espacio simbólico desde la cuna, a través de la publicidad, el cine y la industria musical, y de porno duro que educa en el sadismo y la sumisión a los hombres y mujeres del mañana desde que son capaces de usar por sí mismos un teléfono móvil. La libertad es, una vez más, la del liberalismo, el zorro libre en el gallinero libre, de manera que nos anuncian, con desparpajo, que ya somos libres para elegir y consentir en nuestra propia esclavitud: conejitas de PlayBoy libres, presentadoras de las campanadas semidesnudas en medio de la noche helada libres, africanas en tanga en las rotondas de los polígonos industriales también libres, y ucranianas que venden a sus hijos recién paridos, muy libres.

Esta ética comercial, que ahora nos parece tan normal como el oxígeno, es una contaminación cultural que lo impregna todo como una baba, y que dejaría estupefactas a nuestras teóricas. Nadie esperaba que al derribar la vieja e hipócrita moral católica y puritana la institución del burdel quedara intacta. No sólo ha salido intacta, es la inspiradora de un nuevo modelo de relaciones que, facilitadas a través de redes sociales como Tinder, ha convertido el espacio de socialización entre hombres y mujeres en un mercado. Elegimos el producto que más nos gusta, lo probamos, lo desechamos. Nos convertimos en vendedores de nosotros mismos, managers que presentan al producto con el mejor envoltorio posible, y en esta transacción unos, mayoritariamente hombres, huyen del compromiso como de la peste, y otras (mayoritariamente mujeres) ocultan como si fuera algo vergonzante su necesidad de amor. El amor, en este contexto, se está convirtiendo en una suerte de gimnasia narcisista para el ego, que no reconoce la humanidad plena de la persona con la que nos relacionamos, que es consumida como una cosa más, una emoción más, una experiencia más, un viaje turístico a otro cuerpo.

Ante este capitalismo amoroso, nos toca desmercantilizar las relaciones humanas. En un mundo precario que nos quiere insignificantes y frágiles, crear y cuidar vínculos fuertes es un acto revolucionario.

Laquesis

 

Notas

1 Richard Cleminson. Anarquismo y sexualidad (España, 1900-1939). Cádiz: Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz; 2008. Aquí se analiza el tratamiento de la homosexualidad en cuatro publicaciones, Revista Blanca, Estudios, Generación Consciente e Iniciales.

Analizando las referencias queer

El avance y la sofisticación del Capitalismo de las últimas décadas ayudado por la falta de arraigo y continuidad de la Cultura Obrera, debido mayoritariamente a brechas generacionales provocadas intencionadamente (Guerra Civil, II Guerra Mundial…) y con la mano ejecutiva de las Academias han provocado un campo de cultivo perfecto para el nacimiento de “luchas” que pretenden sustituir aquellas que van a la raíz del sistema inhumano, caótico y psicopático del Capitalismo. Estas Academias, son las élites intelectuales a cargo de las instituciones de conocimiento y comprometidas con la reproducción ideológica del sistema social. Ellas soterran la poca Cultura Obrera que aún nos queda, inculcando y promoviendo filosofías postmodernas de las que solo puede salir beneficiado el sistema actual.

Cuando éstas últimas llegan a nosotras, debemos hacer un ejercicio de análisis y crítica (como debería ser lo habitual) y preguntarnos: ¿de dónde vienen estas ideas y quiénes las promueven?, ¿qué conlleva la asunción de sus principios?

Las ideas postmodernas llevan décadas dañando al movimiento libertario. Veamos un ejemplo:

“Como hemos visto previamente, el modelo queer es una radicalización y puesta al día del movimiento feminista y de liberación homosexual, a los cuales de cierto modo sigue perteneciendo. Si uno propugnaba la emancipación de la mujer biológica del sistema patriarcal y masculinista y el otro la libertad de elección sexual, el modelo queer va mucho más allá. Ambos movimientos partían de cánones maniqueos y binarios en los cuales sólo existen dos matices para entender el mundo, y ninguno más: blanco-negro, rico-pobre, patrón-obrero, hombre-mujer, homosexual- heterosexual…”1.

¿Cuál ha sido uno de los métodos más efectivos de las últimas décadas, para acabar en cierta medida con la lucha obrera? La respuesta es sencilla; apuntar a la identidad de la obrera y del obrero. Sin identidad, la fuerza que pudiese tener el movimiento obrero se pierde, al no sentirse identificados.

De igual modo (a pesar de sus diferencias características del tema) se actúa hoy con la lucha antipatriarcal y por la liberación de la mujer. Se intenta utilizar a las personas que se salen de lo que llaman normativo, para romper de nuevo con otra identidad; la identidad de la mujer. ¿Por qué hay tanto interés en romper con el concepto de la mujer? ¿Existe algún interés en romper con una identidad que puede ser combativa? ¿Qué lucha nos queda a las mujeres obreras si nos rompen la identidad de clase y la de sexo? ¿Cómo vamos a poder identificar nuestras opresiones sin ellas? ¿Y combatirlas?

Nuestra labor, al igual que anteriormente hicieron nuestras compañeras libertarias es, sin duda alguna, recuperar, mantener y desarrollar esa Cultura Obrera y no dejarnos encandilar por ideas propiciadas y alentadas desde la Academia (también se abanderan hoy desde la calle, pero con las mismas bases). Cultivar desde de la Academia y más cuando se habla de política no institucional, es ver a la cultura como un objeto de mercancía que debe estar en manos de profesionales.

Esa Cultura Obrera nacía de entre todos y todas las trabajadoras y trabajadores, la iban creando gracias a ser conscientes de su posición social, y a su identidad común. Así, buscaban soluciones para un mundo mejor en el que no existiesen oprimidos ni opresores. En esta cultura se promovía el naturalismo como se puede observar con la revista Helios, la cultura literaria como en La Revista Blanca, la lucha de la mujer a través de Mujeres Libres…

Nosotras no podemos otra que intentar recuperar esa identidad, desde nuestra cultura. Como decía en su primer número Mujeres Libres: “Por esto nace Mujeres Libres; quiere, en este aire cargado de perplejidades, hacer oír una voz sincera, firme y desinteresada: la de la mujer; pero una voz propia, la suya, la que nace de su naturaleza íntima; la no sugerida ni aprendida en los coros teorizantes; para ello tratará de evitar que la mujer sometida ayer a la tiranía de la religión caiga, al abrir los ojos a vida plena, bajo otra tiranía, no menos refinada y aún más brutal, que ya la cerca y la codicia para instrumento de sus ambiciones: la política.”

Sin más rodeos, ya que ya hemos profundizado sobre lo que es el movimiento Queer anteriormente, pasemos a analizar sus textos, como así harían nuestras compañeras.

Empezamos analizando “El género en disputa” de Judith Butler, obra considerada una de las fundadoras de la Teoría Queer. En ella critica varias ideas del feminismo y sienta las bases de lo que será la conocida Teoría Queer.

Butler empieza poniendo en entredicho que el sujeto político del feminismo deba ser la propia mujer, ya que cuestiona en sí la identidad común de las mujeres. Así, dice: “Hay numerosas obras que cuestionan la viabilidad del “sujeto” como el candidato principal de la representación o, incluso, de la liberación, pero además hay muy poco acuerdo acerca de qué es, o debería ser, la categoría de las mujeres.”2.

Y llega a entender la propia identidad común de las mujeres como un problema: “Está el problema político con el que se enfrenta el feminismo en la presunción de que el término “mujeres” indica una identidad común”3. De igual manera se pregunta: “¿Comparten las “mujeres” algún elemento que sea anterior a su opresión, o bien las mujeres comparten un vínculo únicamente como resultado de su opresión?”4.

Esto entra en confrontación no solo con el feminismo como tal, sino con la misma lucha por la liberación de la mujer y antipatriarcal de las compañeras libertarias, ya que elimina de un plumazo la propia identidad de la mujer, y por supuesto la lucha por su liberación, y niega la realidad material de la opresión, discriminación y subordinación que sufre.

Como libertarias entendemos que la opresión a la mujer proviene de una realidad material; el propio cuerpo femenino, con su capacidad para parir, y la necesidad de este para la criatura en la primera etapa de la infancia. Esto es contrario a los intereses del Patriarcado, del Capital y de todo autoritarismo, ya que éstos luchan por dominar la propia naturaleza. Y preguntamos: ¿No es esta realidad material la que influyó de alguna manera en la diferenciación del trabajo?, ¿no influyó esto a los roles en la sociedad en la que vivían?, ¿no es esa biología en la que se ha basado por siglos el hombre patriarcal para subordinar a la mujer?, ¿no es acaso algo material en lo que se han basado las posteriores opresiones, subordinaciones y discriminaciones?

Eso no quiere decir, que todas las mujeres deban poder parir, ni que deban cumplir esto para ser discriminadas, pero la subordinación de la mujer ante el hombre patriarcal en el primer momento fue y sigue siendo por algo material: el cuerpo femenino y su naturaleza. La discriminación y opresión se produce después a todo lo relacionado con ella (la identidad como mujer, los estereotipos femeninos…).

No podemos tampoco pasar por alto un extracto en otra parte del texto en el que Butler solo deja entrecomillado cuando se refiere a lo “específicamente femenino” y a “las mujeres”. ¿Por qué Butler, una persona a la que le importa tanto la lengua, pone entre comillas cuando se refiere a lo femenino y a las mujeres y no a lo masculino? ¿Somos acaso “lo otro”? ¿Existimos solo en cuanto a que nos distinguimos del hombre y de lo masculino?

“¿Hay una región de lo “específicamente femenino”, que se distinga de lo masculino como tal y se acepte en su diferencia por una universalidad de lo masculino como tal y se acepte en su diferencia por una universalidad de las “mujeres” no marcada y, por consiguiente, supuesta?”5.

Butler, no solo pasa por alto un origen material de la opresión hacia la mujer, y niega a la mujer como identidad común y con ello directamente a la mujer, sino que también cuestiona la idea misma del patriarcado universal: “La idea de un patriarcado universal ha recibido numerosas críticas en años recientes porque no tiene en cuenta el funcionamiento de la opresión de género en los contextos culturales concretos en los que se produce”… “La afirmación de un patriarcado universal ha perdido credibilidad, la noción de un concepto generalmente compartido de las “mujeres”, la conclusión de aquel marco, ha sido mucho más difícil de derribar”6 (pág 46).

Entendemos, que una cosa es tener en cuenta los contextos culturales concretos de cada entorno y sociedad, y otra es negar la existencia de que en la gran mayoría de las sociedades exista una sociedad de carácter patriarcal. ¿No se ha puesto en contexto por parte de historiadoras como Gerda Lerner el patriarcado en las sociedades antiguas como Mesopotamia? ¿No se pone en contexto por parte de antropólogas el patriarcado según las características de la sociedad, seguro?

Pero, volvamos al tema estrella de su estudio; el género. Si el feminismo por la igualdad, que surge con las teóricas de los años 60 del siglo pasado, pretendía y sigue pretendiendo la eliminación del género, al entender éste como la herramienta cultural opresora por parte del Patriarcado hacia la mujer. Butler entiende que la herramienta opresora es el género y sexo binarios, entendiendo que no existe el sexo como tal, puesto que es realmente género, y por tanto, un constructo social a eliminar.

“Si se refuta el carácter invariable del sexo, quizás esta construcción denominada “sexo” esté tan culturalmente construida como el género; de hecho, quizá siempre fue género, con el resultado de que la distinción entre sexo y género no existe como tal.”7.

Así pues, entiende más bien al cuerpo como si fuese una “tabla rasa”: “El “cuerpo” se manifiesta como un medio pasivo sobre el cual se circunscriben los significados culturales o como el instrumento mediante el cual una voluntad apropiadora e interpretativa establece un significado cultural para sí misma. En ambos casos, el cuerpo es un mero instrumento o medio con el cual se relaciona sólo externamente un conjunto de significados culturales. Pero “el cuerpo” es en sí una construcción, como lo son los múltiples “cuerpos” que conforman el campo de los sujetos con género. No puede afirmarse que los cuerpos posean una existencia significable antes de la marca de su género; entonces, ¿en qué medida comienza a existir el cuerpo en y mediante la(s) marca(s) del género?8.

En cuanto al tema de la “tabla rasa”, es bastante cuestionable, como ya hemos tratado anteriormente. Por lo que no vamos a dedicarle más tiempo, debido a falta de espacio.

Y llegamos a la idea principal por la que se conoce el libro: “el género resulta ser performativo”9. Cuando Butler habla de que el género (y el sexo) es performativo habla de que nadie tiene un género dado por la naturaleza, sino que éste se produce con la repetición cotidiana de las normas de género que nos dicen qué es ser hombre y qué mujer (acto). Esto no tiene sentido alguno, si entendemos que muchas de las opresiones a las mujeres tienen raíz no en los actos de ella misma, sino que se mutila, oprime y se saca beneficio capital de su cuerpo, como podemos observar con prácticas como la mutilación genital femenina que afecta según la OMS, a alrededor de unas 100 y 140 millones de niñas y mujeres de todo el mundo. U otras prácticas como los vientres de alquiler (un negocio con el que se explota a mujeres pobres por su capacidad de parir), o la violencia obstétrica.

El Patriarcado controla nuestros cuerpos por sus propias características, de distintas formas ya sea mutilando, sacando beneficio económico de ellos, ocultando por siglos conocimientos fisiológicos de la mujer para controlar su sexualidad, así como un largo etcétera.

No decimos que no se haya usado al género para oprimir, subordinar y discriminar, sino que negar que existe un componente material detrás es erróneo. Ni se puede negar lo cultural ni lo biológico. De igual manera que no se puede decir que el papel de cuidadora de la mujer hacia las criaturas es solo cultural o solo biológico, existen ambos factores.

La Teoría Queer llega con fuerza también desde la calle, pero con los mismos objetivos y las mismas bases; trangredir y romper con la normatividad sexual existente. “Queer es todo lo que se salga de la heteronormatividad. Desde el sexo anal hasta el sadomasoquismo, pasando por la prostitución, la promiscuidad o el bukake”10. Esto que indican desde un fanzine que se denomina anarquista, es recurrente tanto en los textos académicos como en los que no. La importancia a las prácticas sexuales (entendidas en la línea de lo patriarcal) parecen tener para ellos un carácter revolucionario.

Pero, ¿por qué solo se centran en las prácticas sexuales bajo una visión reduccionista de la sexualidad?¿Por qué todo gira en torno al sexo y sexo coitocéntrico, y no en los afectos y las relaciones?¿Por qué no hablan ni por un segundo de amor libre, de respeto y libertad en las relaciones?¿No tenemos acaso textos anárquicos escritos de hace un siglo por Compañeras que rompían con las prácticas amorosas patriarcales?¿Por qué no critican cómo se aprovecha el

Capitalismo de las falsas liberaciones sexuales enriqueciéndose por ello?¿Qué de lo aquí presente rompe con el Capitalismo?¿Acaso no han practicado bukakes, promiscuidad, sadomasoquismo muchos burgueses y han pagado por ello?¿Qué práctica revolucionaria es ésa?¿Era Alfonso XIII un revolucionario por promover e introducir el porno en España? Crítica parecida realiza Nxu Zänä en Contra la teoría Queer (desde una perspectiva indígena).

De igual manera que Butler, cosa que ellxs mismxs reconocen: “Ésta es la parte más conocida hasta la saciedad del modelo queer, por coincidir también a grandes rasgos con los trabajos surgidos del academicismo universitario, pero no es en absoluto todo.”

Se crítica el dualismo sexual patriarcal, pero al criticar ese dualismo, se intenta también romper con la propia identidad de sujetos de lucha, que son esenciales.

“Así pues, en el tema de la sexualidad, además de suponer a nivel militante una reactivación y aumento cualitativo con la incorporación de las premisas dichas, también se llega a la conclusión, partiendo de un cuestionamiento de los roles de género, de que los binomios hombre-mujer en cuanto al género, masculinofemenino en cuanto al sexo y homosexual-heterosexual en cuanto a la sexualidad son inválidos y no obedecen más que a una construcción social y política.”11.

Y como expresa esta mujer indígena:

“Así pues, la generación de la teoría queer contribuye a la generación de un saber que forma parte de los juegos de poder del sistema en el rompimiento de las comunidades e identidades. En contra de las mujeres, las y los indígenas del mundo, las y los obreros, las y los campesinos, las lesbianas, los homosexuales, las feministas, los sindicatos, en fin la teoría queer se convierte en el arma ideológica neoliberal perfecta basada en la individualidad y el placer promoviendo además una forma mercantilizada de la sexualidad que resulta opresiva, nuevamente, para la mujer, las y los niños, las y los adolescentes, facilitando el camino para una nueva opresión y explotación de los sexos y géneros. Y de paso servir como forma de desarticulación, desprecio y estigmatización de los movimientos de todo tipo, en especial contra nosotros: las y los indígenas.”12.

Como obreras y mujeres, no podemos dejar de identificarnos con esas identidades, pues de lo contrario aniquilaríamos nuestra lucha. Y no nos queda otra, que seguir trabajando desde nuestra propia cultura libertaria y obrera enfrentada a los citados “juegos del poder del sistema”.

Cloto 

Notas:

1 Fanzine Queer explicado para anarquistas, pág 28

2 Pág 43, El género en disputa, Judith Butler.

3 Pág 45, ídem.

4 Pág 47, ídem

5 Pág 47, ídem.

6 Pág 46, ídem

7 Pág 51, ídem.

8 Pág 53, ídem.

9 Pág 76, ídem.

10 Revista Anarqueer n1, pág 9.

11 Revista Queer explicado para anarquistas, pág 29.

12 Contra la teoría Queer (desde una perspectiva indígena), Nxu Zänä.

 

Presentación tercer número de La Madeja

En el presente número, sin más tardar, hemos querido abordar la cuestión del amor libre como concepto fundamental del anarcofeminismo sin el cual no podríamos avanzar en la crítica de otros problemas de la teoría y la práctica anarquista y feminista, como es nuestro propósito para los siguientes números.

Los tres artículos de que consta, dejan bien patente cómo lejos de tratarse de un ideal pretérito y ya realizado en la sociedad actual, sigue siendo un objetivo inalcanzado en pleno siglo XXI. Salta a la vista que es así, cuando ni el derecho a la vida y a la integridad física y moral de las mujeres se respeta, ni siquiera en las llamadas “democracias”, donde en lugar de haber visto la violencia de género disminuída, la estamos viendo exacerbada por el avance implacable de la cultura capitalista. Es hora de clarificar nuestro pensamiento para reforzar posiciones y dar la batalla desde un feminismo anarquista, o lo que es lo mismo, no asimilado por el feminismo mediatizado por el estado, por los partidos políticos, o por grupos de presión empresarial infiltrados bajo capa feminista. Este número trata de proporcionar claves para comprender y contestar la opresión interna, que es la primera que la mujer tiene que combatir, en diálogo con sus hermanas, para dar respuesta organizada a la ofensiva capitalista patriarcal que hoy sufre.

En cuanto al proceso de construcción interna del mensaje del número, el grupo Moiras no ha tenido que trabajar un consenso en este tema puesto que partíamos de un valor superior del anarquismo aplicado al mismo contexto histórico social. Espontáneamente los textos han venido a reflejar distintos aspectos del mismo problema, estamos seguras, que por todas las mujeres sentido: esa fusión de patriarcado y capitalismo que no nos deja vivir en paz, también nos obstruye el camino para ser libres de elegir y construir nuestras relaciones amorosas en igualdad.

Agradecemos a los lectores la buena acogida de la publicación, de la que sabemos que se está haciendo incluso traducción al inglés, y nos mantenemos atentas a las sugerencias que nos van llegando, si bien recordando nuestros límites, al ser este un trabajo voluntario y difícil de llevar adelante entre pocas personas con escasos medios, sobre todo técnicos. Aún así, a la edición digital, vamos a unir la versión en papel, poniéndola a disposición de quien quiera imprimirla a partir del archivo PDF preparado al efecto y colocado en una sección especial de nuestra web.

Esperamos que este número sea tan bien recibido como los anteriores y que ante todo sea útil a quienes lo lean.

Moiras